Conclusiones del Jubileo Extraordinario de la Misericordia Rueda de Prensa

Oficina de Prensa de la Santa Sede, 21 de noviembre de 2016

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Con el cierre de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro ha concluido el Jubileo Extraordinario de la Misericordia. Para entender el valor que ha tenido en la vida de la Iglesia, los objetivos propuestos y los efectos que continuarán en las comunidades cristianas, es necesario tener en mano dos documentos programáticos: la Bula de convocación del Año Santo, Misericordiae vultus, y la Carta Apostólica Misericordia et miseria, firmada ayer en el Sacrato de San Pedro por el Papa Francisco.

En el primer documento se lee: “Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre. Es por esto que he anunciado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia como tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes” (Mv 3). El deseo del Papa Francisco era expresamente éste: hacer vivir a los creyentes la experiencia de la misericordia para convertirse en instrumentos de la misericordia. Es decir, hacer lo posible para que en la vida de la Iglesia la misericordia volviera a ser algo extraordinariamente dinámico y eficaz. No podemos ocultar que la misericordia, empezando por el uso del término, se había convertido en algo obsoleto, relegado principalmente a la piedad popular y sin un verdadero valor en el estilo de vida cristiana. Con este Jubileo, una cosa es cierta: la misericordia se ha convertido en la protagonista, al menos durante un año, de la vida cotidiana de los cristianos. Haber confiado al Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización la realización del Jubileo tenía también como objetivo hacer de este tema, que constituye la esencia del Evangelio, el camino de la evangelización de nuestros días para fortalecer la fe, sacudir la indiferencia e incitar a un estilo de vida coherente.

No hay que olvidar, por otra parte, que el Jubileo es esencialmente una experiencia religiosa y espiritual. El recorrido previsto desde el Castel Sant'Angelo hasta la Puerta Santa quería poner de relieve que en medio de la ciudad y de los turistas, se creaba un espacio especial para la peregrinación, la reflexión y la oración. Los millones de peregrinos que han participado han querido dar este testimonio concreto que ha sido bien entendido por cuantos atravesaban la Via della Conciliazione . La concreción de los signos de misericordia, realizados principalmente en los "Viernes de la misericordia", ha llamado la atención de la opinión pública poniendo delante no sólo las nuevas pobrezas de nuestro mundo, sino también la respuesta simple y operativa de la Iglesia. Si otros han pensado que el Jubileo era principalmente una fuente de ingresos, sobre todo en un momento de crisis como el actual, han entendido mal su significado más profundo. Lo siento, pero todo tiene su razón de ser, y utilizar un evento como el Jubileo para una instrumentalización con fines diferentes no merece respuesta.

Desde el principio del Jubileo, siempre me he negado a presentar estimaciones sobre la presencia en Roma de peregrinos. Hoy en día, podemos afirmar con datos seguros que han participado en el Jubileo aquí en Roma 21.292.926 peregrinos. El grupo más numeroso ha sido el italiano, seguido por el grupo alemán, después Estados Unidos, Polonia, España... hasta llegar a Rusia, China, Japón, Corea del Sur, Venezuela, el Chad, Ruanda, Angola, Islas Cook, Nepal... En definitiva, se puede decir que el mundo entero ha venido a Roma y esta ha sido realmente el centro de interés de estos peregrinos.

Como se sabe, por primera vez en la historia de los Jubileos, este Año Santo ha tenido una caracterización universal. En todo el mundo se abrieron Puertas de la Misericordia como  testimonio de que el amor de Dios no podía saber de cualquier frontera. Hemos hecho analizar los datos de que disponemos y han surgido una¡ conclusión muy interesante. En los países donde el catolicismo tiene más arraigo, el porcentaje de fieles que cruzó la Puerta Santa ha superado el 80% del número total de católicos. Este resultado se ha obtenido también gracias a la difusión de las diócesis; el 50 % de las cerca de 3.000 diócesis en el mundo están en Europa y en América Centro Meridional. El número creciente de diócesis en África y, en parte, también en Asia, ha permitido alcanzar millones de personas también en el resto del mundo. A nivel mundial, de hecho, gracias a los datos proporcionados por algunas diócesis importantes de todo el mundo, fue ha sido posible estimar un promedio de asistencia entre el 56% y el 62% del total de la población católica; una cifra que oscila entre 700 y 850 millones de fieles que han cruzado la Puerta Santa entre el 8 de diciembre 2015 y el mes de noviembre de 2016, en sus diócesis. A estos hay que añadir los fieles que han cruzado las Puertas de la Misericordia abiertas en santuarios y lugares de peregrinación en todo el mundo. Se trata, por tanto, del recuento fuera de las Puertas Santas relativas a las diócesis. En este sentido, es posible verificar que los mayores santuarios registran una media de asistencia de 3 millones de fieles; por ejemplo, el santuario de Cracovia ha sido un lugar de peregrinación para 5 millones de católicos; el santuario de Santiago de Compostela ha batido el record de 2010 de asistencia; al santuario de Guadalupe acudieron alrededor de 22 millones de peregrinos. La suma de estos datos, por lo tanto, conduce a un resultado global de más de 900 a 950 millones de fieles que en todo el mundo han pasado por la Puerta Santa.

En fin, tampoco hay que olvidar que este Jubileo ha viajado también por Internet. La página web creada en siete idiomas ha recibido más de 6.523.000 de visitas; han visto la página más de 16.220.000; las acciones en la página más de 11.800.000; las búsquedas más de 32.300 mientras que las descargas más de 1.254.000. Los suscriptores de la página han sido más de 8 millones. Bastan unos pocos ejemplos para darse cuenta de la fuerza comunicativa de algunos eventos: el video del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro confesando a los jóvenes, en menos de 24 horas, ha llegado a más de 2.398.000 personas con más de 42.000 “me gusta”, 8.000 acciones de compartir y 1.500 comentarios. La foto del Papa Francisco en el Hospital San Giovanni en la planta de maternidad en pocas horas alcanzó a 1.800.000 personas con 6.600 acciones de compartir… En definitiva, la comunicación no ha faltado y ha sido capaz de hacer el evento realmente mundial en el espacio de pocos minutos.

Vale la pena dedicar unas palabras a los Voluntarios del Jubileo que han venido a Roma. Fueron 4.000, de los cuales 1.800 de SMOM dedicados exclusivamente al servicio sanitario en las cuatro Basílicas Papales. Procedían de 36 países diferentes; el más anciano tenía 84 años, el más joven 18. Una tipología muy variada de personas que han ofrecido su tiempo de vacaciones, días de fiesta de la escuela o su tiempo libre, para llevar una ayuda concreta de solidaridad a los peregrinos. Un compromiso que merece nuestro reconocimiento y más sincero agradecimiento por el duro trabajo llevado a cabo y el sacrificio realizado.

Todos los peregrinos llevan consigo la imagen de una ciudad segura. El Jubileo se abrió poco después de un ataque de violencia inaudita en Europa; desde el principio el miedo había desanimado a muchos a ponerse en camino para venir a Roma. Sin embargo, con el pasar de las semanas, gracias a una eficaz puesta en marcha de los sistemas de seguridad en la ciudad, los peregrinos han podido vivir con paz y entusiasmo la propia experiencia jubilar. Un agradecimiento sincero va dirigido al Ministro del Interior que en cuanto responsable de la seguridad del País ha ofrecido un rostro sereno y seguro de Roma. En este sentido, ha habido una excelente colaboración entre Italia y la Santa Sede que, a través de la Secretaría Técnica presidida por el Prefecto de Roma, ha sido capaz de garantizar el buen funcionamiento de todas las iniciativas del Jubileo, sobre todo de los grandes eventos que han soportado un flujo considerable de peregrinos. Las dificultades normales por una visión diferente de las problemáticas no han faltado, pero la colaboración activa ha permitido alcanzar siempre una solución compartida por la seguridad de los ciudadanos, de los peregrinos y de los turistas. Mi más sincero agradecimiento también a la región del Lazio por haber predispuesto un servicio de atención médica y de urgencias a la altura del evento, no sólo en los hospitales, sino también durante todas las celebraciones jubilares.

Pero para comprender si este Jubileo tendrá la eficacia esperada hay que leer la Carta apostólica Misericordia et misera en la que el Papa escribe: “La misericordia no puede ser un paréntesis en la vida de la Iglesia, sino que constituye su misma existencia, que manifiesta y hace tangible la verdad profunda del Evangelio. Todo se revela en la misericordia; todo se resuelve en el amor misericordioso del Padre” (Mm 1). Partiendo de la imagen bíblica del capítulo 8 del Evangelio de San Juan, que relata el encuentro entre Jesús y la mujer sorprendida en adulterio, el Papa Francisco esboza el camino de la vida futura de la Iglesia de manera que pueda ser siempre instrumento de misericordia hacia todos sin excluir a nadie.

Los dos pilares sobre los que se asienta la Carta son el hecho de que la misericordia debe ser celebrada y vivida. Partiendo de aquí se dan las líneas pastorales que serán muy útiles para el proyecto de la vida de las comunidades cristianas de todo el mundo. En primer lugar, la celebración de la misericordia. Es bueno tener en cuenta que el Papa Francisco en estas páginas ofrece pautas concretas que ya se han reflejado en la celebración del Jubileo. Una primera novedad es que los Misioneros de la Caridad son confirmados en su servicio, “para se prolongue todavía, hasta nueva disposición, como signo concreto de que la gracia del Jubileo siga siendo viva y eficaz, a lo largo y ancho del mundo” (Mm 9). De hecho, la acción de los misioneros ha sido muy fructífera; han confesado durante días enteros, han viajado de una parte a otra de sus respectivos países para hacer tangible que la misericordia no tiene límites. De la misma manera, el Papa Francisco escribe: “Para que ningún obstáculo se interponga entre la petición de reconciliación y el perdón de Dios, de ahora en adelante concedo a todos los sacerdotes, en razón de su ministerio, la facultad de absolver a quienes hayan procurado el pecado de aborto” (Mm 12). Como es sabido este pecado estaba reservado a los obispos que, de vez en vez, dependiendo de las circunstancias, concedían a los sacerdotes de sus respectivas diócesis el poder de absolver. A partir de hoy, “en virtud de su ministerio”, es decir, por el hecho mismo de ser ministros de la reconciliación, el pecado de aborto, podrá ser perdonado por cada sacerdote, sin ningún tipo de delegación en particular. Con el mismo espíritu de salir al encuentro de las necesidades de los fieles, el Santo Padre “confiando en la buena voluntad de sus sacerdotes, para que se pueda recuperar, con la ayuda de Dios, la plena comunión con la Iglesia Católica” (Mm 12) establece que cuantos frecuentan las iglesias oficiadas por los sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X pueden recbir válida y lícitamente la absolución sacramental.

Una iniciativa que saldrá al encuentro de los planes pastorales de las diócesis, será la oportunidad de dar más espacio a la Palabra de Dios: “Sería oportuno que cada comunidad, en un domingo del Año litúrgico, renovase su compromiso en favor de la difusión, conocimiento y profundización de la Sagrada Escritura: un domingo dedicado enteramente a la Palabra de Dios para comprender la inagotable riqueza que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo” (Mm 7).

El segundo pilar de la Carta Apostólica se centra más en el vivir la misericordia y en el “carácter social” que reviste (Mm 19). El Papa Francisco no oculta que siempre está implícita la tentación de quedarse en la “teoría de la misericordia”; esta se supera en la medida que se convierte en “vida cotidiana de participación y colaboración” (Mm 20). En este contexto se propone la Jornada mundial de los pobres como compromiso de toda la Iglesia para “reflexionar cómo la pobreza está en el corazón del Evangelio y sobre el hecho que, mientras Lázaro esté echado a la puerta de nuestra casa no podrá haber justicia ni paz social” (Mm 21).

El Papa Francisco en esta Carta no hace más que profundizar en el tema que tanto ama de la misericordia como una dimensión esencial de la fe y del testimonio cristiano. La provocación de releer las obras espirituales y corporales de misericordia tradicionales a la luz de las nuevas formas de pobreza en el mundo de hoy, son una invitación concreta, para que las comunidades cristianas y cada creyente de espacio a la imaginación de la misericordia, que produzca una “cultura de la misericordia, basada en el redescubrimiento del encuentro con los demás: una cultura en la que ninguno mire al otro con indiferencia ni aparte la mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos” (Mm 20).